viernes, 23 de marzo de 2007

Los tres huastecos

Amo el cine mexicano de la época de oro. Lo amo tanto que sobre el estoy escribiendo mi tesis.

Me encantan sus historias inocentes que también pueden ser crudas; sus visiones maniqueístas de la vida la simplifican enormemente. Los malos son charros de sombrero negro y silla de cantinas cuadradas y los buenos son Pedro Infante, Jorge Negrete o el Gallo Giro. Las mujeres siempre son buenas y virtuosas pero inteligentes e ingeniosas., excelentes amas de casa y graciosas. Los villanos siempre se arrepienten ante su madrecita santa y los casorios son presididos por un sacerdote más bueno que el pan y la máxima autoridad es Sara García.

Es más los duelos más canijos son de voz y siempre la ingrata se queda con su charro sin vergüenza pero de buen corazón en el fondo.

¡Ah, tan bellas historias!

Me gustan porque muestran a un mexicano luchón, honesto, amante de su Virgencita, buen hijo y que trabaja la tierra con las manos, excelente patriota y que además no es feo y tiene voz de tenor. Me gustan porque la estenografía es a campo abierto de un México hermoso y limpio que ya casi no existe, los claroscuros de la fotografía de Gabriel Figueroa, la dirección de Ismael Rodríguez, en fin todo eso que en el cine mexicano ya no hay.

Claro me dirán que ahora tenemos a Lubezki y a Iñarritu (si es que hay alguien que considere a este señor un cinematógrafo), pero ¿cuál fue el último ídolo de México?, ¿cuál la ultima película que podías ver con tu familia y aprender?

Es por ello que me gustaría hablar de una de las películas que más amo, tal vez porque la veia los domingos por la tarde con mi papá: Los tres huastecos.

La película va de los hermanos trillizos nacidos en La Huasteca, criados desde pequeños en pueblos distintos con sus respectivos padrinos, que se encuentran ya en edad adulta, cada uno con su destino muy diferente definido, Juan de Dios es cura en el Potosino, Víctor es comandante del destacamento de El Veracruzano y Lorenzo taúr empedernido, criado en el Tamaulipeco, es bronco y ateo, padre de una niña. La fuerza de la sangre hace que los tres hermanos compartan las mismas sensaciones y se ayuden mutuamente.



Es una trama muy sencilla, donde el amor en diferentes manifestaciones (por Dios, por los hijos o por Maritoña) hacen que los tres encuentren la felicidad. Sobra decir que las actuaciones son excelentes, de hecho es el primer caso de un papel triple hecho por el enorme Pedro Infante.

Nos deja maravillosas escenas como las confusiones por la identidad, Infante tocando el violín y la grandísima Tusita.



Me encanta porque me hace soñar con un México que existió y donde el amor lo podía todo.

La Cinéfila

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